¡Cuánta razón tenían vos y el tío Malmuerto cuando me decían que nunca me asomara de día fuera del castillo!
Te cuento:
El jueves puse el despertador a las doce de la noche, como siempre, y sonó a las doce del mediodía.
¡Qué desgracia!
Un rayo de sol me dio en plena cara y cuando quise acordarme, me había llenado de pecas.
¡Sí, tía! Oíste bien: ¡PECAS!
Es común que eso le pase a los mortales. Pero, como te imaginarás, es terrible para la gente como uno.
Ahora los muchachos se ríen y me gastan. Boris, Vampirofredo y el Bebe Colmillo no quieren salir más conmigo de noche. Dicen que soy un quemo.
Por favor, titíta: mandame ciento veinte pomos de Pecasín y una crema para la napia que se me peló un poco.
No te demores. Voy a quedarme encerrado hasta que recupere mi saludable color verdoso.
Un beso de tu sobrino que te adora,
Drácula”
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